#Andy Ruiz Jr.##墨西哥体育##拉美体育#【Andy Ruiz Jr., el inmigrante que regresó a México por 'la puerta grande'】"El campeón de los pesos pesados del boxeo volvió a su patria por la puerta del éxito, misma que no hace mucho parecía más que lejana. Cuando alguien se va de México en busca del sueño americano, lo hace con la ilusión de volver un día por la puerta grande. En el momento en que Andy Ruiz Jr. se convirtió en el primer boxeador mexicano en ser campeón de peso completo, lo primero que pasó por su mente fue la imagen de ese retorno triunfal.
Y así fue.
Devoto, ocurrente y dueño de un carisma sin par en el arisco mundo del boxeo, Andy personificó el sueño de cualquier inmigrante mexicano indocumentado en EU: cruzó la frontera en jet privado, se metió a Palacio Nacional, saludó al presidente López Obrador y gritó a los cuatro vientos: “¡Hicimos historia!”. Andy sabe que no es un caso aislado. Que, al igual que sus padres, hay miles de paisanos que soportan el desconsuelo de vivir en un país que no es el suyo.
“Andy no es el único que regresa por la puerta grande. Ahora regresamos como nunca imaginamos: como inmigrantes distinguidos”, dice su entrenador Manny Robles, quien antes de ser el gurú del campeón mundial había tenido que trabajar como mesero.
Hasta hace unos meses, el nombre de Andy Ruiz yacía prácticamente en el anonimato. No así su currículum en el boxeo, en el que tiene más de una década de experiencia.
Pero como sucede con casi todos los deportistas que no han conquistado una medalla olímpica o un título profesional, su vida permaneció en un stand by del que salió apenas el pasado 1 de junio, cuando noqueó al británico Anthony Joshua, a quien le arrebató los cinturones de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), la Federación Internacional de Boxeo (FIB) y la Organización Mundial de Boxeo (OMB).
Entre bombos nacionalistas y su recién nombramiento por la Cuarta Transformación como “campeón vitalicio de México”, algunos han perdido de vista que Andy fue uno de los tantos atletas desprotegidos por el sistema deportivo mexicano. En 2008, intentó clasificarse a los Juegos Olímpicos de Beijing, sin éxito. Sin los combates necesarios en las categorías amateur ni la experiencia requerida, saltó al boxeo profesional para que, al menos, le pagaran y no se quedara con las famélicas becas del gobierno.
Porque más allá de su condición de campeón, la realidad del boxeo nacional es sombría. Una federación peleada con la Conade y manchada por escándalos de corrupción conforman el entretelón de la taquillera obra que hoy es Andy Ruiz, quien ha pedido 50 millones de dólares por la revancha ante Joshua. Gane o pierda.
“No voy a contar la cosas malas que he hecho”, dice el boxeador de 29 años. “Mi papá tenía que sacarme de la calles o de las casas de mis amigos para llevarme al gimnasio. Él y el boxeo me salvaron la vida”. Andy no pierde oportunidad para agradecer a Dios y a su ‘apá’ por estar en la cúspide.
Vivió su infancia y su adolescencia en Imperial Valley, una de las zonas más peligrosas de California, donde pandillas de origen mexicano y centroamericano se disputan el tráfico de drogas y personas en la frontera. El caldo de cultivo ideal para los jóvenes que quieren dinero fácil. No fueron pocas las veces que la policía lo atrapó por organizar peleas callejeras u ofender a las autoridades.
Como tantos otros ídolos del boxeo de este país, Andy encauzó su ira al deporte de los puños, que nunca será tan cruel como la vida abajo del ring."
Y así fue.
Devoto, ocurrente y dueño de un carisma sin par en el arisco mundo del boxeo, Andy personificó el sueño de cualquier inmigrante mexicano indocumentado en EU: cruzó la frontera en jet privado, se metió a Palacio Nacional, saludó al presidente López Obrador y gritó a los cuatro vientos: “¡Hicimos historia!”. Andy sabe que no es un caso aislado. Que, al igual que sus padres, hay miles de paisanos que soportan el desconsuelo de vivir en un país que no es el suyo.
“Andy no es el único que regresa por la puerta grande. Ahora regresamos como nunca imaginamos: como inmigrantes distinguidos”, dice su entrenador Manny Robles, quien antes de ser el gurú del campeón mundial había tenido que trabajar como mesero.
Hasta hace unos meses, el nombre de Andy Ruiz yacía prácticamente en el anonimato. No así su currículum en el boxeo, en el que tiene más de una década de experiencia.
Pero como sucede con casi todos los deportistas que no han conquistado una medalla olímpica o un título profesional, su vida permaneció en un stand by del que salió apenas el pasado 1 de junio, cuando noqueó al británico Anthony Joshua, a quien le arrebató los cinturones de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), la Federación Internacional de Boxeo (FIB) y la Organización Mundial de Boxeo (OMB).
Entre bombos nacionalistas y su recién nombramiento por la Cuarta Transformación como “campeón vitalicio de México”, algunos han perdido de vista que Andy fue uno de los tantos atletas desprotegidos por el sistema deportivo mexicano. En 2008, intentó clasificarse a los Juegos Olímpicos de Beijing, sin éxito. Sin los combates necesarios en las categorías amateur ni la experiencia requerida, saltó al boxeo profesional para que, al menos, le pagaran y no se quedara con las famélicas becas del gobierno.
Porque más allá de su condición de campeón, la realidad del boxeo nacional es sombría. Una federación peleada con la Conade y manchada por escándalos de corrupción conforman el entretelón de la taquillera obra que hoy es Andy Ruiz, quien ha pedido 50 millones de dólares por la revancha ante Joshua. Gane o pierda.
“No voy a contar la cosas malas que he hecho”, dice el boxeador de 29 años. “Mi papá tenía que sacarme de la calles o de las casas de mis amigos para llevarme al gimnasio. Él y el boxeo me salvaron la vida”. Andy no pierde oportunidad para agradecer a Dios y a su ‘apá’ por estar en la cúspide.
Vivió su infancia y su adolescencia en Imperial Valley, una de las zonas más peligrosas de California, donde pandillas de origen mexicano y centroamericano se disputan el tráfico de drogas y personas en la frontera. El caldo de cultivo ideal para los jóvenes que quieren dinero fácil. No fueron pocas las veces que la policía lo atrapó por organizar peleas callejeras u ofender a las autoridades.
Como tantos otros ídolos del boxeo de este país, Andy encauzó su ira al deporte de los puños, que nunca será tan cruel como la vida abajo del ring."
#墨西哥经济##拉美经济#【La Familia Burrón: La historieta que retrató la pobreza en México】 "En 1946 la tinta roja se esparció y creó un ícono para los mexicanos. Era una época en la que en México se estaba por otorgar el voto a las mujeres, los precios se reducían y poco a poco avanzaba la economía. Se temía a los comunistas como al mismo diablo, el país aún estaba en la efervescencia de aquello que se prometió en la Revolución.
Borola Tacuche Burrón nació de la mano de Gabriel Vargas, quien a través de sus trazos semanales reflejó una realidad terrible con cierta gracia, demostró de algún modo que al menos en 61 años la realidad de los desventurados rezagados por la sociedad poco cambió. Borola habló por aquellos que sumidos en la pobreza son omitidos por las promesas del progreso y sólo existen en las campañas presidenciales.
La Familia Burrón representó en su primer número a la familia típica mexicana de clase baja. El lenguaje burdo y prosaico, la ignorancia, la desnutrición, la angustia del desempleo, la fortaleza ante el infortunio, la muerte, la fe, la familia como el único soporte ante la inexistencia: a la pobreza se le ignora, no se le ataca.
orola, Regino, Regino hijo, Macuca, Fóforo y Wilson, -perro callejero acorde a su familia- y una decena de personajes más que sostuvieron una publicación semanal que en 2009 vio su último número, apenas un año antes de la muerte de su creador.
Podemos imaginarnos a Gabriel Vargas, quien durante 61 años resistió los embistes del tiempo para traer una historia que al igual era cómica que cruda, en el momento justo en el que con su pincel decidió brindarle aquella espectacular cabellera pelirroja a una mujer ficticia que sería el reflejo de más de 53 millones de mexicanos que viven en el olvido.
En un barrio pobre de México, el Callejón del Cuajo número “chorrocientos chochenta y chocho”, un lugar inventado que al mismo tiempo existe en todas las colonias de nuestra capital, una vecindad destartalada recibió a una familia cuya madre evitaba el caos entre tanta desventura.
Borola, de familia de abolengo, quizá por esa locura tan destacada que número a número reflejaba, renunció a las riquezas y se casó con Don Regino, dueño del “Rizo de Oro” que no era más que una humilde peluquería casi vacía, más de oropel que de oro, en la que pasaba las tardes enteras esperando a que algún cliente se apiadara de aquel negocio en ruinas.
¿De qué trataba La Familia Burrón?
El mexicano, su mítica, la ciudad, los barrios, los rincones, los hoteles viejos, las esquinas con indigentes, la inseguridad, el campo abandonado a la sequía, la posibilidad del viaje al espacio para un país lleno de pobreza y abandono, cada ejemplar hacía una crítica mordaz sobre la realidad de aquellos los que se despiertan temprano y llegan muy noche con apenas unos míseros centavos en la mano.
Cartas del editor que a través de los años se disculpaban con el lector por el aumento del costo de la publicación: Vargas sabía que su público se quitaba el pan de la boca para leerle y cada que se aumentaba el precio de la publicación amenazaba el fantasma de la desesperación. “Disculpe estimado lector, pero la crisis nos obliga a subir el precio de esta publicación o tendrá que desaparecer”, palabras cada vez más constantes hasta que de pronto La Familia Burrón brilló por su ausencia de los anaqueles de los expendios nacionales.
En 1616 números un sinfín de personajes sostuvieron historias de la realidad mexicana con un tino incuestionable, ladrones con la piel quemada, jóvenes perezosos eternamente desempleados, ancianos solitarios, mujeres de la vida galante, una pareja de alcohólicos que habitaban en una colonia de casas de lámina y cartón, inclusive un marciano que esporádicamente llegaba a aquella vecindad en la que platicaba sobre la tierra con su pelirroja amiga; pese a que no en todos los números aparecía la familia que brindaba nombre a la publicación, cada ser que habitaba esa realidad ficticia tenía un papel importante en el reflejo de las múltiples caras que la miseria tiene en México.
Que el entorno de sus protagonistas poco haya evolucionado a lo largo de 61 años no es motivo de crítica ni desconocimiento de su autor respecto a los cambios que la sociedad ha tenido en las últimas décadas. Muy al contrario, conocedor de las tragedias y el estancamiento en que la sociedad menos afortunada del país vive, reflejaba claramente un mundo que parecía sumido en una depresión constante, sin evolución ni avance. De ahí que apenas las costumbres y usos en más de medio siglo hayan cambiado en las páginas de la historieta.
¿Cómo abordas una historia en la que por hambre una sociedad se come a los perros callejeros sin convertirte en un tipo despiadado?
Vargas sabía que la sociedad pobre no experimentaba aquel progreso tan vanagloriado en las campañas políticas, ese presumido en reuniones internacionales que colocan a México en el Olimpo del desarrollo.
Desafortunadamente cuando La Familia Burrón desapareció de los anaqueles no lo hizo porque su temática perdiera vigencia. Vargas resistió cuanto pudo a los cambios sociales, a los gustos internacionalizados de un público cada vez más reducido y a los golpes que la inflación da a los negocios y a la larga los hacen insostenibles.
No se acabó la pobreza, ni la estática realidad que sume a millones de mexicanos diariamente desde su nacimiento en la desventura. La Familia Burrón sostuvo durante muchos años la temática que está en la agenda de los gobiernos sólo cuando les es conveniente. Actualmente se les encuentra en compilaciones realizadas por Editorial Porrúa, cuentan con exposiciones y presencia en diversas estaciones del metro, y constantemente aparecen en exposiciones y remembranzas en las calles.
Al igual que muchos productos de historieta mexicanos se han convertido en un recuerdo, que pese a que probablemente jamás vuelva, seguirá siendo vigente mientras aquellas personas a las que pertenece la clase social de los Burrón sigan viviendo en una época que transita en un pasado eterno."
Borola Tacuche Burrón nació de la mano de Gabriel Vargas, quien a través de sus trazos semanales reflejó una realidad terrible con cierta gracia, demostró de algún modo que al menos en 61 años la realidad de los desventurados rezagados por la sociedad poco cambió. Borola habló por aquellos que sumidos en la pobreza son omitidos por las promesas del progreso y sólo existen en las campañas presidenciales.
La Familia Burrón representó en su primer número a la familia típica mexicana de clase baja. El lenguaje burdo y prosaico, la ignorancia, la desnutrición, la angustia del desempleo, la fortaleza ante el infortunio, la muerte, la fe, la familia como el único soporte ante la inexistencia: a la pobreza se le ignora, no se le ataca.
orola, Regino, Regino hijo, Macuca, Fóforo y Wilson, -perro callejero acorde a su familia- y una decena de personajes más que sostuvieron una publicación semanal que en 2009 vio su último número, apenas un año antes de la muerte de su creador.
Podemos imaginarnos a Gabriel Vargas, quien durante 61 años resistió los embistes del tiempo para traer una historia que al igual era cómica que cruda, en el momento justo en el que con su pincel decidió brindarle aquella espectacular cabellera pelirroja a una mujer ficticia que sería el reflejo de más de 53 millones de mexicanos que viven en el olvido.
En un barrio pobre de México, el Callejón del Cuajo número “chorrocientos chochenta y chocho”, un lugar inventado que al mismo tiempo existe en todas las colonias de nuestra capital, una vecindad destartalada recibió a una familia cuya madre evitaba el caos entre tanta desventura.
Borola, de familia de abolengo, quizá por esa locura tan destacada que número a número reflejaba, renunció a las riquezas y se casó con Don Regino, dueño del “Rizo de Oro” que no era más que una humilde peluquería casi vacía, más de oropel que de oro, en la que pasaba las tardes enteras esperando a que algún cliente se apiadara de aquel negocio en ruinas.
¿De qué trataba La Familia Burrón?
El mexicano, su mítica, la ciudad, los barrios, los rincones, los hoteles viejos, las esquinas con indigentes, la inseguridad, el campo abandonado a la sequía, la posibilidad del viaje al espacio para un país lleno de pobreza y abandono, cada ejemplar hacía una crítica mordaz sobre la realidad de aquellos los que se despiertan temprano y llegan muy noche con apenas unos míseros centavos en la mano.
Cartas del editor que a través de los años se disculpaban con el lector por el aumento del costo de la publicación: Vargas sabía que su público se quitaba el pan de la boca para leerle y cada que se aumentaba el precio de la publicación amenazaba el fantasma de la desesperación. “Disculpe estimado lector, pero la crisis nos obliga a subir el precio de esta publicación o tendrá que desaparecer”, palabras cada vez más constantes hasta que de pronto La Familia Burrón brilló por su ausencia de los anaqueles de los expendios nacionales.
En 1616 números un sinfín de personajes sostuvieron historias de la realidad mexicana con un tino incuestionable, ladrones con la piel quemada, jóvenes perezosos eternamente desempleados, ancianos solitarios, mujeres de la vida galante, una pareja de alcohólicos que habitaban en una colonia de casas de lámina y cartón, inclusive un marciano que esporádicamente llegaba a aquella vecindad en la que platicaba sobre la tierra con su pelirroja amiga; pese a que no en todos los números aparecía la familia que brindaba nombre a la publicación, cada ser que habitaba esa realidad ficticia tenía un papel importante en el reflejo de las múltiples caras que la miseria tiene en México.
Que el entorno de sus protagonistas poco haya evolucionado a lo largo de 61 años no es motivo de crítica ni desconocimiento de su autor respecto a los cambios que la sociedad ha tenido en las últimas décadas. Muy al contrario, conocedor de las tragedias y el estancamiento en que la sociedad menos afortunada del país vive, reflejaba claramente un mundo que parecía sumido en una depresión constante, sin evolución ni avance. De ahí que apenas las costumbres y usos en más de medio siglo hayan cambiado en las páginas de la historieta.
¿Cómo abordas una historia en la que por hambre una sociedad se come a los perros callejeros sin convertirte en un tipo despiadado?
Vargas sabía que la sociedad pobre no experimentaba aquel progreso tan vanagloriado en las campañas políticas, ese presumido en reuniones internacionales que colocan a México en el Olimpo del desarrollo.
Desafortunadamente cuando La Familia Burrón desapareció de los anaqueles no lo hizo porque su temática perdiera vigencia. Vargas resistió cuanto pudo a los cambios sociales, a los gustos internacionalizados de un público cada vez más reducido y a los golpes que la inflación da a los negocios y a la larga los hacen insostenibles.
No se acabó la pobreza, ni la estática realidad que sume a millones de mexicanos diariamente desde su nacimiento en la desventura. La Familia Burrón sostuvo durante muchos años la temática que está en la agenda de los gobiernos sólo cuando les es conveniente. Actualmente se les encuentra en compilaciones realizadas por Editorial Porrúa, cuentan con exposiciones y presencia en diversas estaciones del metro, y constantemente aparecen en exposiciones y remembranzas en las calles.
Al igual que muchos productos de historieta mexicanos se han convertido en un recuerdo, que pese a que probablemente jamás vuelva, seguirá siendo vigente mientras aquellas personas a las que pertenece la clase social de los Burrón sigan viviendo en una época que transita en un pasado eterno."
#Llevar la chingada##墨西哥文化##拉美文化#【Gracias a la cultura no nos ha llevado la chingada en México: Gael García】"El actor opinó respecto a los recortes presupuestales en la presente administración. El actor Gael García Bernal dijo que la cultura es en gran parte por lo que no nos ha llevado la chingada en este país, en referencia a los recortes presupuestales en la presente administración.
Durante la 61 ceremonia de los Premios Ariel, “El Charolastra” -quien estuvo nominado en la categoría de Mejor Actor- mencionó que las manifestaciones contra la actual administración están sucediendo todo el tiempo. Gael García Bernal, la actriz Leidi Gutiérrez y el actor Benny Emmanuel en la Premier de “Chicuarotes”, en la Cineteca de la Universidad de Guadalajara. Foto: Cuartoscuro
Al referirse a los recortes a la cultura, expresó que "la cultura es una cosa muy abstracta, es una lástima que exista una sensación de que no es importante, de que es un tema aparte, porque no necesariamente se tiene que traducir en apoyos económicos, no somos expertos para saber qué es lo que se tiene que hacer, pero sí se puede generar más libertad, más lugares para poder expresar esa cultura y apoyarla".
"La cultura lo que hace es encontrar la solución a los problemas reales, por la tangente, y eso es maravilloso, y por eso no nos ha llevado la chingada en este país".
Gael es uno de los impulsores del arte cinematográfico en México a través de Ambulante, en el que junto con Diego Luna y Elena Fortes apoya y difunde el cine documental como una herramienta de transformación cultural y social.
El actor se disputó el Ariel con Luis Gerardo Méndez, por su trabajo en Bayoneta; Damián Alcázar por De la infancia; Baltimore Beltrán, por Mente revolver, y Noé Hernández, por Ocho de cada diez. Este último quien consiguió el galardón.
En la ceremonia de la 61 entrega de los Premios Ariel, que se realizó en la Cineteca Nacional, el Movimiento Colectivo por la Cultura y el Arte de México protestó contra los recortes presupuestales de la 4T.
Con pancartas en mano, en las que se leía “Los apoyos y estímulos al cine mexicano deben seguir”, así como otras consignas contra el presidente Andrés Manuel López Obrador, y la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, miembros del movimiento se acercaban a los actores para invitarlos a sumarse a su lucha."
Durante la 61 ceremonia de los Premios Ariel, “El Charolastra” -quien estuvo nominado en la categoría de Mejor Actor- mencionó que las manifestaciones contra la actual administración están sucediendo todo el tiempo. Gael García Bernal, la actriz Leidi Gutiérrez y el actor Benny Emmanuel en la Premier de “Chicuarotes”, en la Cineteca de la Universidad de Guadalajara. Foto: Cuartoscuro
Al referirse a los recortes a la cultura, expresó que "la cultura es una cosa muy abstracta, es una lástima que exista una sensación de que no es importante, de que es un tema aparte, porque no necesariamente se tiene que traducir en apoyos económicos, no somos expertos para saber qué es lo que se tiene que hacer, pero sí se puede generar más libertad, más lugares para poder expresar esa cultura y apoyarla".
"La cultura lo que hace es encontrar la solución a los problemas reales, por la tangente, y eso es maravilloso, y por eso no nos ha llevado la chingada en este país".
Gael es uno de los impulsores del arte cinematográfico en México a través de Ambulante, en el que junto con Diego Luna y Elena Fortes apoya y difunde el cine documental como una herramienta de transformación cultural y social.
El actor se disputó el Ariel con Luis Gerardo Méndez, por su trabajo en Bayoneta; Damián Alcázar por De la infancia; Baltimore Beltrán, por Mente revolver, y Noé Hernández, por Ocho de cada diez. Este último quien consiguió el galardón.
En la ceremonia de la 61 entrega de los Premios Ariel, que se realizó en la Cineteca Nacional, el Movimiento Colectivo por la Cultura y el Arte de México protestó contra los recortes presupuestales de la 4T.
Con pancartas en mano, en las que se leía “Los apoyos y estímulos al cine mexicano deben seguir”, así como otras consignas contra el presidente Andrés Manuel López Obrador, y la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, miembros del movimiento se acercaban a los actores para invitarlos a sumarse a su lucha."
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