今天的我太强了
早上无闹钟七点二十起赶去买月饼
又赶到学友打电话吵老板开门为了买明信片和礼物袋
冒着迟到的风险提着一大袋东西去上课
在课上激情准备礼物
终于把中秋礼物送给我的小饼们了[嘻嘻]
从昨晚临时决定 到今天早上搞定
我深刻感觉到人的潜力是无穷的[ok]
一切都是为了让cosa在你们心中留下痕迹[微风]
既然你们开心 那我们的准备就物超所值了
早上无闹钟七点二十起赶去买月饼
又赶到学友打电话吵老板开门为了买明信片和礼物袋
冒着迟到的风险提着一大袋东西去上课
在课上激情准备礼物
终于把中秋礼物送给我的小饼们了[嘻嘻]
从昨晚临时决定 到今天早上搞定
我深刻感觉到人的潜力是无穷的[ok]
一切都是为了让cosa在你们心中留下痕迹[微风]
既然你们开心 那我们的准备就物超所值了
社团招新终于尘埃落定
去尝试了四个一面都顺利通过
最终留下了它们
用静若处子 动若脱兔来形容再合适不过了
-很认真一直在准备在紧张的COSA校刊
-阴差阳错进的体育部
其实大学社团和我想的一样又不一样
有的地方你觉得表现很差可是却通过了
有的时候你觉得你表现不错但却告诉你很遗憾
我确实很遗憾不能进文体 / 也很可惜自己放弃的全媒体工作坊二面 / 但是不想让自己太累啊 / 两个就够了
不能进入校文体也许是我不合适 / 也许是我不幸运 / 但看着身边的人被拒而我能进入只有九人的美编 / 我又觉得自己是幸运的 / 我都努力了 / 至少不是一无所获谢谢COSA
也谢谢那个 敢于在压力二面里 勇敢说话的自己
每个人心里都有一团火 / 路过的人只能看到烟
去尝试了四个一面都顺利通过
最终留下了它们
用静若处子 动若脱兔来形容再合适不过了
-很认真一直在准备在紧张的COSA校刊
-阴差阳错进的体育部
其实大学社团和我想的一样又不一样
有的地方你觉得表现很差可是却通过了
有的时候你觉得你表现不错但却告诉你很遗憾
我确实很遗憾不能进文体 / 也很可惜自己放弃的全媒体工作坊二面 / 但是不想让自己太累啊 / 两个就够了
不能进入校文体也许是我不合适 / 也许是我不幸运 / 但看着身边的人被拒而我能进入只有九人的美编 / 我又觉得自己是幸运的 / 我都努力了 / 至少不是一无所获谢谢COSA
也谢谢那个 敢于在压力二面里 勇敢说话的自己
每个人心里都有一团火 / 路过的人只能看到烟
#Zócalo##墨西哥历史##拉美历史#【“Los pueblos indígenas no somos la raíz de México, somos su negación constante”】"Autora de ensayos celebrados por el público y la crítica, la lingüista mixe reflexiona sobre feminismo, indigenismo y la propia identidad frente al Estado. Yásnaya Aguilar cuenta que no supo que era indígena hasta que llegó a vivir a la ciudad. Hasta entonces nunca se lo había planteado porque desconocía el mundo en que ellos, su pueblo, Ayutla Mixe, en Oaxaca, en el sur de México, era considerado como tal. “Siento que hay una relación compleja con la palabra indígena”, cuenta Aguilar, lingüista, ensayista y uno de los secretos mejor guardados de las letras mexicanas. “Tiene mucha carga, aunque es verdad que la palabra indio tiene más. Indígena es la versión políticamente correcta de indio. La incomodidad tiene que ver con el hecho de ser categorizado como indígena por los Estados nacionales”.
Es ese extrañamiento de ser nombrada por el otro, de existir en cuanto a un otro hasta entonces prácticamente desconocido, lo que empezó a despertar en ella una sensación molesta. De fraude. “Como lingüista me puse a ver si había equivalencias a la palabra ‘indígena’ en las lenguas de México. Y me di cuenta de que en la mayoría no existe. En mixe, por ejemplo, akäts significa no mixe, que puedes ser tú, un japonés o un canadiense”. Es decir, que no hay concepto que nombre al hombre blanco. Está el mixe, están los demás.
Y otra incomodidad. Mujer, indígena y feminista, la autora sostiene que “hay una relación compleja entre las mujeres indígenas y el feminismo. La relación con las organizaciones”, dice, “repite a veces patrones colonialistas”. Aguilar no se declara feminista sin antes plantear varios cruces históricos. “El feminismo tendría que plantearse la reflexión colonial, que muchas veces no sucede. En el momento en que se establece el colonialismo, las mujeres, blancas e indígenas, son racializadas. Es decir, si bien antes del contacto las mujeres eran mujeres, con la colonización se convierten en mujeres blancas [y las indígenas]. Y si bien las blancas mantienen una relación de opresión con el hombre blanco, también hay un pacto racial. Eso debe estar claro”.
Aguilar se ha erigido en portavoz de su pueblo en un conflicto que dura ya más de dos años. En junio de 2017, un grupo armado secuestró el manantial que surtía de agua a Ayutla. Desde entonces la traen en camiones cisterna. Varios medios en México han apuntado los intereses económicos de grupos como este, ligados al cultivo de amapola. Pero de momento no hay solución. Lo último, en agosto, fue que este grupo dinamitó el sistema hidráulico que transportaba el agua a Ayutla.
Hay varias cosas molestas en el secuestro de un manantial. La falta de agua es la más evidente, pero la condescendencia y el racismo de los políticos, dice Aguilar, es peor. No hacen nada, cuenta, porque de puertas hacia afuera el conflicto se vende como un problema entre salvajes. Tal cual. Los pueblos indígenas funcionan de reclamo turístico, pero cuando se meten en política para solucionar sus problemas las cosas cambian. “Pocas veces se nos ve como agentes políticos. Somos usados como una reserva folklórica que justifica cultural y espiritualmente al Estado mexicano”, critica la autora. “Los pueblos indígenas no somos la raíz de México, somos su negación constante. Esto de ser las raíces de México es despolitizarnos, usarnos para justificar algo en lo que nunca participamos, es decir, crear el Estado. Por eso somos una negación”.
El año pasado escribió dos ensayos muy celebrados. Bastaba ver estos días a decenas de jóvenes, hombres y mujeres, vitoreándola en las conferencias en que ha participado en el Hay Festival de Querétaro. Uno de los ensayos forma parte de un libro, Tsunami, que recoge las voces de varias narradoras alrededor de la nueva ola feminista, de lo que significa ser mujer en el siglo XXI. El de Aguilar se titula La sangre, la lengua y el apellido. Ahí escribe: “Todas las mujeres indígenas pertenecemos a naciones sin Estado, es el rasgo que nos agrupa bajo la categoría indígena, pero cada Estado determina el modo en que ejerce esta categoría y actualiza la opresión”.
La pregunta es evidente, ¿cómo oprimen los Estados? Aguilar, 37 años y una voz velocísima, contesta que de muchas formas. Relata que en Canadá por ejemplo, las indígenas buscan pareja de acuerdo a la sangre. Cuanto más pura sea, más puros serán los hijos y mayores beneficios obtienen del Estado. En México, la indigeneidad se mide por la lengua, la capacidad personal de hablar náhuatl, mixe, zapoteco, maya…
“México oprime a partir del mestizaje. Y el mestizaje implica desindigenización de este país”, argumenta. “Se narra como una política racial, lo que es insostenible: ya ahora todas las personas en el mundo somos mestizos. Y si mestizos no es una categoría racial debe ser otra cosa: un proyecto político del Estado mexicano. La lengua es el criterio que más ha usado el Estado para clasificar quién es indígena y quién no. Si tu ves los cálculos, te das cuenta de que en 1820, alrededor del 70% de la población mexicana hablaba una lengua indígena. O sea, esta era la situación después de 300 años de colonialismo español. Con esto no quiero relativizar los estragos del colonialismo, pero el Estado mexicano redujo esa cifra hasta el 6% en poco más de 200 años”.
Para la autora, los Estados nacionales actuales están construidos bajo la idea de “homogeneidad lingüística”. Sobre todo después de la Revolución Mexicana, “hubo esfuerzos coordinados para castellanizar forzosamente. Ha sido la política más exitosa del país”. ¿Qué pasó, esa población desapareció? “No, fue adscrita, sobre todo por la escuela, a la ideología nacionalista del mestizaje. Decimos que tú no eres mestiza, eres desindigenizada por el Estado. La opresión opera en este mecanismo. Para el Estado, el éxito es que todos nos identifiquemos como mestizos”."
Es ese extrañamiento de ser nombrada por el otro, de existir en cuanto a un otro hasta entonces prácticamente desconocido, lo que empezó a despertar en ella una sensación molesta. De fraude. “Como lingüista me puse a ver si había equivalencias a la palabra ‘indígena’ en las lenguas de México. Y me di cuenta de que en la mayoría no existe. En mixe, por ejemplo, akäts significa no mixe, que puedes ser tú, un japonés o un canadiense”. Es decir, que no hay concepto que nombre al hombre blanco. Está el mixe, están los demás.
Y otra incomodidad. Mujer, indígena y feminista, la autora sostiene que “hay una relación compleja entre las mujeres indígenas y el feminismo. La relación con las organizaciones”, dice, “repite a veces patrones colonialistas”. Aguilar no se declara feminista sin antes plantear varios cruces históricos. “El feminismo tendría que plantearse la reflexión colonial, que muchas veces no sucede. En el momento en que se establece el colonialismo, las mujeres, blancas e indígenas, son racializadas. Es decir, si bien antes del contacto las mujeres eran mujeres, con la colonización se convierten en mujeres blancas [y las indígenas]. Y si bien las blancas mantienen una relación de opresión con el hombre blanco, también hay un pacto racial. Eso debe estar claro”.
Aguilar se ha erigido en portavoz de su pueblo en un conflicto que dura ya más de dos años. En junio de 2017, un grupo armado secuestró el manantial que surtía de agua a Ayutla. Desde entonces la traen en camiones cisterna. Varios medios en México han apuntado los intereses económicos de grupos como este, ligados al cultivo de amapola. Pero de momento no hay solución. Lo último, en agosto, fue que este grupo dinamitó el sistema hidráulico que transportaba el agua a Ayutla.
Hay varias cosas molestas en el secuestro de un manantial. La falta de agua es la más evidente, pero la condescendencia y el racismo de los políticos, dice Aguilar, es peor. No hacen nada, cuenta, porque de puertas hacia afuera el conflicto se vende como un problema entre salvajes. Tal cual. Los pueblos indígenas funcionan de reclamo turístico, pero cuando se meten en política para solucionar sus problemas las cosas cambian. “Pocas veces se nos ve como agentes políticos. Somos usados como una reserva folklórica que justifica cultural y espiritualmente al Estado mexicano”, critica la autora. “Los pueblos indígenas no somos la raíz de México, somos su negación constante. Esto de ser las raíces de México es despolitizarnos, usarnos para justificar algo en lo que nunca participamos, es decir, crear el Estado. Por eso somos una negación”.
El año pasado escribió dos ensayos muy celebrados. Bastaba ver estos días a decenas de jóvenes, hombres y mujeres, vitoreándola en las conferencias en que ha participado en el Hay Festival de Querétaro. Uno de los ensayos forma parte de un libro, Tsunami, que recoge las voces de varias narradoras alrededor de la nueva ola feminista, de lo que significa ser mujer en el siglo XXI. El de Aguilar se titula La sangre, la lengua y el apellido. Ahí escribe: “Todas las mujeres indígenas pertenecemos a naciones sin Estado, es el rasgo que nos agrupa bajo la categoría indígena, pero cada Estado determina el modo en que ejerce esta categoría y actualiza la opresión”.
La pregunta es evidente, ¿cómo oprimen los Estados? Aguilar, 37 años y una voz velocísima, contesta que de muchas formas. Relata que en Canadá por ejemplo, las indígenas buscan pareja de acuerdo a la sangre. Cuanto más pura sea, más puros serán los hijos y mayores beneficios obtienen del Estado. En México, la indigeneidad se mide por la lengua, la capacidad personal de hablar náhuatl, mixe, zapoteco, maya…
“México oprime a partir del mestizaje. Y el mestizaje implica desindigenización de este país”, argumenta. “Se narra como una política racial, lo que es insostenible: ya ahora todas las personas en el mundo somos mestizos. Y si mestizos no es una categoría racial debe ser otra cosa: un proyecto político del Estado mexicano. La lengua es el criterio que más ha usado el Estado para clasificar quién es indígena y quién no. Si tu ves los cálculos, te das cuenta de que en 1820, alrededor del 70% de la población mexicana hablaba una lengua indígena. O sea, esta era la situación después de 300 años de colonialismo español. Con esto no quiero relativizar los estragos del colonialismo, pero el Estado mexicano redujo esa cifra hasta el 6% en poco más de 200 años”.
Para la autora, los Estados nacionales actuales están construidos bajo la idea de “homogeneidad lingüística”. Sobre todo después de la Revolución Mexicana, “hubo esfuerzos coordinados para castellanizar forzosamente. Ha sido la política más exitosa del país”. ¿Qué pasó, esa población desapareció? “No, fue adscrita, sobre todo por la escuela, a la ideología nacionalista del mestizaje. Decimos que tú no eres mestiza, eres desindigenizada por el Estado. La opresión opera en este mecanismo. Para el Estado, el éxito es que todos nos identifiquemos como mestizos”."
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